El desarrollo tecnológico ha dado lugar a herramientas que nos ayudan a monitorear y entender mejor los recursos naturales del planeta. Un ejemplo muy conocido es Google Earth, que permite observar fenómenos como la deforestación y las rutas marítimas comerciales. Pero existen muchas otras aplicaciones y sistemas de Información Geográfica (SIG) de acceso libre que sirven para mapear ríos, lagunas, bosques, incendios, especies o cambios de temperatura.
En México, el exceso de información mal interpretada representa un problema. Yannick Deniau, cofundador de GeoComunes —una asociación civil que genera mapas, bases de datos e información sobre megaproyectos y sus impactos en comunidades y territorios—, señala que uno de los principales obstáculos para aprovechar esta información es la accesibilidad y legibilidad de los datos. Ante esto, el físico Irving Morales desarrolló Morlan, una iniciativa para liberar, analizar y visualizar información. Gracias a esta plataforma, cualquier persona puede consultar datos del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, de la Comisión Nacional de Búsqueda o del Sistema Nacional de Seguridad Pública, ahora de forma más clara y útil para hacer investigaciones, análisis o simplemente entender mejor lo que ocurre a nuestro alrededor.
Morales también creó Traza, una herramienta digital que permite generar datos georreferenciados desde el celular para que cualquier usuario pueda crear sus propias categorías, fechas, coordenadas y descripciones, y luego compartir esa información en bases de datos ciudadanas. Se trata de un esfuerzo verdaderamente colaborativo donde el análisis pasa por las manos de la ciudadanía y se vuelve más accesible y comprensible para todos.
El auge de estas plataformas tiene mucho que ver con una necesidad cada vez más fuerte de entender nuestro entorno. Muchas nacieron para mapear rutas para caminantes, parques o senderos naturales, y permiten explorar el entorno de forma más segura. Para las organizaciones políticas y civiles, son clave para denunciar la usurpación de tierras, monitorear daños ambientales o trazar rutas de contaminación. Conocer el territorio no solo es una cuestión de información; también es una forma de reflexión, defensa y acción colectiva. Al poner estas herramientas en manos de la ciudadanía, no solo se amplía el acceso al conocimiento, sino que se fortalece la capacidad de transformación social desde lo local.